Se fue otro grande. Un observador incisivo de la conducta
humana. Le bastó simplemente el trazo monótono de su Rotring para dar forma con
perfecto realismo innumerables escenas de la vida cotidiana. Era la conjunción
gráfica de otros grandes como Calé, Wimpi, Discépolo y Roberto Arlt; y no
necesitaba complementar sus simples líneas con los colores de Rembrandt o de Goya.
Sobre el papel, el blanco y el negro, casi como un boceto le bastaban para
señalarnos su crítica. Incansable, con la precisión de un psicólogo armaba sus
escenas. Y lo gozábamos desde Satiricón,
Chaupinela y otras tantas
publicaciones. Un talento precoz: a los 15 años ya dibujaba en el diario Democracia.
Publicó también en la prestigiosa MAD de
Estados Unidos.
Fue uno de los colaboradores que más espacio tuvo en Humor, donde aportó todo el caudal de su
creatividad. Y fue también quien creó el impactante logo de la revista,
perfeccionado luego con la llegada de nuevas técnicas.
Después del cierre de la Editorial de Andrés Cascioli,
dejamos de verlo. Era de perfil bajo y modesto y dejó de frecuentar los eventos
relativos al humor gráfico. Tímidamente nos fue dejando, hasta que el 23 de
abril nos llegó la triste noticia de su muerte. Imaginamos su pluma inmóvil
luego de su mágica trayectoria de años, de sus piruetas de ballet recorriendo y
observando el alma humana y este final que nos acongoja, cayendo al final de la
danza.
Aplausos para Alfredo Grondona White, un gran artista.
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