En el año 1957 tuve la grata
experiencia de ver impreso en una revista un dibujo de mi autoría. No se
trataba de un trabajo profesional sino simplemente de un concurso de dibujos.
La empresa fabricante de los dulces La
Campagnola publicitaba sus productos
mediante un concurso que auspiciaba en la revista Billiken publicando quincenalmente el trabajo ganador. Cursaba yo
la escuela primaria cuando envié mi dibujo. Fue en esa época que viví la
alegría de la popularidad que otorga una obra publicada. Recuerdo que entonces
el premio fue de 100 pesos y una caja con 12 frascos de mermelada.
Mi gratitud con este
recuerdo a la entonces empresa Benvenuto
Hnos que elaboraba los productos La
Campagnola, por la manera sana e inteligente de hacer publicidad
estimulando la creatividad de los niños. Han pasado 60 años y sigo teniendo
presente aquella experiencia que quizás en gran parte haya impulsado mi
vocación.