domingo, 20 de enero de 2008

EL ALBUM DE LA FAMILIA (III)



Ahora llegó el momento de contar la historia del tío Miguel. Una vida casi novelesca. Por su rostro curtido pasaron muchos rollos de papel higiénico, La Razón 5ta y trapos viejos. Llegó como inmigrante en la peor época del país. Había nacido el día de San Jacinto en Europa y traía bien afirmada la cultura del trabajo. Fue polifacético en sus actividades, aunque siempre con su misma cara de traste. Pero también pasó duros momentos de discriminación y se amargó mucho, sobre todo cuando en el pasaporte, como señas particulares le endilgaron el lacerante "cara de culo". Acomplejado por esta y otras situaciones, la primera comunión la hizo luciendo un pasamontañas blanco con puntillas. La hostia la recibió por correo. El abuelo Esculapio contaba que lo del ocultamiento del rostro se debía a que si se tenía en cuenta esa parte de las escrituras que hablaba de la creación "a imagen y semejanza" podía provocar una crisis en el Vaticano.
Su primer trabajo fue como vendedor ambulante de supositorios, fijando finalmente su puesto frente a la cancha de Nueva Chicago. Lamentablemente fue un fracaso. Sus supositorios no servían para calmar la fiebre de los hinchas y menos para arrojarlos al referee. No podía comprender cómo un producto tan fácil de colocar tuviera tan poca salida. Muchas veces se tuvo que tragar el excedente que quedaba sin vender. Eso era muy doloroso para él, y cuando ya estaba por caer en la adicción dejó el laburo.
Más tarde vendió globos en la puerta de un colegio. Globos con formas muy novedosas que él mismo inflaba con su boca. Pero todo se terminó el día que, dentro de un aula, se reventó uno con forma de conejito y tuvieron que evacuar el aula y suspender las clases por varias horas. Ese día casi le rompen el traste a patadas.
La tarea de inflar los globos le había provocado una gran inflamación en la garganta. Pero tuvo suerte porque cuando se estaba haciendo unas gárgaras en la calle lo contrataron para hacer de fuente musical en la plaza. Indudablemente no era lo suyo. Al cabo de seis meses renunció porque le empezaron a tirar monedas y algunos más atrevidos le mandaban los veinte centavos en la ranura. Se le hizo insalubre y difícil, sobre todo porque la música del Cascanueces no le salía muy bien y la obra social no le reconocía las paspaduras. Pero esa experiencia le sirvió para que fuera tentado para hacer una pasantía en la NASA e incluirlo como objeto de observación de una comisión que investigaba la aparición de un nuevo agujero negro. Terminantemente rechazó la oferta porque no le atraía viajar al culo del mundo; además pensando a lo que se exponía, se le fruncía el entrecejo.
Vivió mucho tiempo en la zona del Abasto y fue amigo de Gardel. Esto lo llenaba de orgullo. Recorrió muchos bodegones acompañando al zorzal. Aunque no cantaba se las arreglaba muy bien silbando. En realidad intentó cantar, pero la crítica empezó a llamarlo "garganta con diarrea". Entonces prefirió esmerarse con el silbido. Dicen que de sus labios salían maravillas. Silbaba el tango como ninguno. Le daba a sus temas ese aire de bajo fondo a la derecha, bien de fango, bien de excusado, como le decían sus amigos del café. Un día con el diagnóstico de una posible hepatitis, con dos compases de La Cumparsita le bastó para llenar el frasco del análisis y salir para el hospital. Un grande el tío Miguel. Gardel lo respetaba mucho. Cuenta la abuela Eugenia que fue Carlitos quien le enseñó a sonreír. Un día le dijo: Mirá pibe, vos para salir bien en las fotos no digas whisky, tenés que decir Higienol". Desde ese día sale siempre con la sonrisa de Carlitos. Aunque algunos incrédulos dicen que es la sonrisa de Carlitos Tévez.
Lo último que hizo antes de jubilarse fue jugar al fútbol. Tenía una gambeta maravillosa y con sus famosas chilenas confundía a sus rivales. Le decían la "saeta marrón". Se desplazaba velozmente desorientando a sus contrincantes. No se sabía si iba o venía. Un genio. Muchas veces los jueces de raya lo agarraban de punto. Era el primero en poner la cara en la barrera. Hasta tuvo su etapa internacional cuando fue contratado para jugar en Brasil. Fue ídolo del Culo-Culo de Camboriú. Siempre cuenta la anécdota inolvidable de la final del campeonato cuando hizo el gol de la victoria a los 90 minutos con una palomita impresionante. Pero se sintió menospreciado cuando la prensa dijo que lo hizo "de culo nomás". Ahí se deprimió y decidió su retiro. Hoy, con más de 90 años, juega a la taba en la plaza, y así, entre culo y suerte pasa sus días.
En la primera foto vemos al tío Miguel como vendedor ambulante de supositorios, y en la otra se lo ve junto a su amigo Carlitos Gardel en un momento trascendental de sus vidas: haciendo la cola para comprar kerosene.

2 comentarios:

Eduardo Omar Campilongo dijo...

¡Muy bueno, hay talento para tirar al techo! Una duda, ¿este pariente tuyo, no será de Platense? ¡Le tira mucho el marròn!

Marcelo Niño dijo...

Genial la historia de su familia.
Como Ceo yo también tengo una duda, el termino Caracúlico pertenece al vocablo familiar?????

Y con respecto a la entrada en donde te copian algo, fijate que puse algo parecido en mi blog.
Un abrazo troesma
M.-